Carta abierta al Sr Presidente – Alvaro Soutullo, PhD
Quiero pedirle disculpas por no haberlo sabido asesorar correctamente. Claro que eso es sólo en parte culpa mía, nunca tuve la oportunidad de conversar directamente con Ud. Pero también es cierto que no he sido capaz de hacerle llegar con claridad algunos elementos de juicio que me parecen centrales para su gestión. Como no creo probable que en el corto plazo tenga la oportunidad de conversar con Ud. de estos temas, le escribo esta carta en parte para subsanar ese error.
Me terminé de decidir a escribirle esta carta abierta tras leer las declaraciones que Ud. hizo durante su visita a la estación conversora de frecuencia que tiene UTE en Cerro Largo. Me preocupa pensar que Ud. no visualice la gestión ambiental del territorio como un requisito ineludible para el desarrollo, como una condición sine qua non para el desarrollo. Discúlpeme si me equivoco. Yo se que esta noción es relativamente reciente y todavía no la terminamos de incorporar cabalmente en nuestros esquemas de pensamiento.
El punto es que nos hemos dado cuenta que los recursos naturales son finitos, y que necesitamos asegurarnos un adecuado funcionamiento de los sistemas naturales para poder sostener a las sociedades humanas. Tanto a nivel global como local hemos visto que nuestros patrones de uso de esos recursos están deteriorando significativamente la capacidad de los sistemas naturales de generar condiciones apropiadas para el desarrollo de nuestras sociedades. Esto se evidencia en el deterioro de algunos servicios ambientales que la naturaleza nos brinda gratis, como el mantenimiento de la calidad del agua, el control de enfermedades, o la regulación de las fluctuaciones hídricas o climáticas, y tiene impactos directos e indirectos en el bienestar de las personas.
¿Qué es lo que quiero decirle con esto?, que en los planes de desarrollo del país tenemos que asegurarnos que esos sistemas naturales sigan funcionando adecuadamente, que nuestras iniciativas de desarrollo tienen que ser seleccionadas, diseñadas y adaptadas para asegurarnos que no van a terminar deteriorando los elementos que generan las condiciones que permiten el desarrollo. Eso no significa no tocar nada, significa tocar con cuidado, y es lo que ha dado origen a una noción de desarrollo más abarcativa que la visión tradicional, que reconoce la necesidad de analizar las políticas y proyectos de desarrollo integrando perspectivas económicas, sociales y ambientales. No por lujo, por necesidad.
El problema es que esas perspectivas a veces entran en conflicto (pero ojo que no siempre, le diré que de hecho generalmente no hay tal conflicto). Ahí es cuando es clave tener elementos de juicio para entender las consecuencias de una decisión u otra. Lo que viene a querer decir esto es que más dinero, o más energía, o más tecnología, o más ambiente intocado, si quiere, no es más desarrollo.
Esta “nueva realidad” requiere un cambio en la forma en la que tomamos decisiones. Necesitamos economistas que no vean el incentivo del consumo como una solución a las crisis económicas, porque el planeta no nos da si seguimos insistiendo en esa dirección. Ud. me dirá, pero mire Soutullo que el paisito aguanta, y si, tiene razón, todavía aguanta un poco más, y me puede decir, pero además está el ingenio humano, que es ilimitado, quédese tranquilo que ya le encontraremos una solución tecnológica, y ahí ya me pongo un poco más nervioso.
Déjeme contarle de un proyecto desarrollado por la Universidad de Arizona, la Universidad de Columbia, la NASA y otros socios entre 1985 y 2007. El proyecto se llamó Biosfera 2 y tenía como objetivo estudiar la viabilidad de construir biosferas cerradas para utilizar en la colonización espacial. Intentaron reproducir un hábitat autosuficiente similar a la Tierra. Para eso crearon una estructura hermética de más de una hectárea en la que vivieron en aislamiento equipos de investigadores durante períodos de hasta dos años. Aislados de su entorno tenían que gestionar y regenerar su energía, generar y administrar su agua y alimentos y controlar su atmósfera. Lo único que compartían en común con el resto de la Tierra era la radiación solar.
El proyecto costó más de 200 millones de dólares. Hay mucho que contar de ese proyecto, pero para resumir, varias cosas salieron mal. El oxígeno no se regeneraba al ritmo previsto y se detectaban altos niveles de oxido nitroso. Con esa atmósfera enrarecida los investigadores padecían un agotamiento y fatiga similar al mal de altura. Otro problema importante fue la producción de alimentos. Las plagas proliferaban, mermando la producción vegetal. Los investigadores desarrollaron una verdadera obsesión por la comida, apareciendo más tarde serias desavenencias con acusaciones de robo de comida. Uno de los investigadores declaró: «Utilizábamos el 95% de nuestro tiempo gestionando nuestra comida y cuidando nuestra supervivencia, apenas había tiempo para el trabajo científico».
¿Por qué le cuento esto? Para decirle que aún no tenemos la tecnología necesaria para sustituir procesos naturales que la naturaleza nos da gratis, y que cuando la tenemos el costo económico de generar esos servicios puede ser muy elevado. Sin ir muy lejos piense cuánto dinero invierte Ud. en mantener la productividad del suelo y controlar las plagas en su chacra. Seguramente con tiempo podremos desarrollar la tecnología necesaria, el problema es que la velocidad con la que estamos deteriorando los sistemas naturales es mayor que la velocidad con la que desarrollamos la tecnología para producir los servicios que estamos perdiendo. Hay zonas enteras de China en la que los árboles frutales se polinizan a mano, en Uruguay eso todavía lo hacen gratis abejas y otros insectos.
No sé si la planta de energía a carbón de la que Ud. habló en Cerro Largo era buena idea o no. Sospecho que no, pero le concedo la duda. Lo que necesitamos son mecanismos que más allá de su opinión o la mía nos ayuden a tomar las decisiones correctas. Déjeme contarle otro proyecto, este más humilde y “made in” Uruguay. Es un proyecto que desarrollamos hace un par de años con colegas de la Universidad de la República. Pretendía analizar los impactos sociales y ambientales de la expansión del cultivo de soja en Soriano. Encontramos que los impactos positivos de este proceso se han dado esencialmente en los sectores vinculados a la actividad agrícola, sin un derrame evidente de beneficios en el resto de los sectores sociales del departamento. En algunas dimensiones las condiciones de vida han mejorado en relación con el resto del país, en otras han empeorado, pero mayoritariamente no hay una diferencia significativa. Como contraparte este proceso ha estado asociado a una pérdida en la superficie de campo natural, el ecosistema pecuario con mayor capacidad de recuperarse ante eventos climáticos extremos, y en la capacidad del territorio del departamento de amortiguar las fluctuaciones hídricas y mantener la calidad de agua, asociado a un incremento exponencial en la cantidad de agroquímicos que llegan a los cursos de agua. Seguramente hayamos hecho mal alguna cuenta o nos hayamos olvidado de algún elemento importante en el análisis y los resultados no sean exactamente estos. Lo importante en todo caso es preguntarse por qué, con toda la apuesta que ha hecho el país al desarrollo de una agroindustria exportadora, nunca nos tomamos el trabajo de hacer un análisis de este tipo. ¿Cómo sabemos si este es un buen o un mal negocio?, o en todo caso cómo sabemos quién pierde y quién gana con este negocio.
Para tomar buenas decisiones necesitamos hacer bien las cuentas, y para hacer bien las cuentas tenemos que entender mejor las ramificaciones y consecuencias indirectas de nuestras decisiones. Esto se vuelve rápidamente complejo y los grados de incertidumbre suben, y a ninguno nos gusta la incertidumbre. Pero sabe una cosa, Sr. Presidente, en el mundo en el que vivimos la incertidumbre es inevitable, y cuanto antes cambiemos nuestros mecanismos de toma de decisión para reconocer honestamente esas incertidumbres e incorporemos adecuadamente herramientas de decisión en escenario de incertidumbre, mejor nos va a ir. Nos vamos a llevar menos sorpresas y vamos a estar mejorar preparados para reconocer y aprovechar oportunidades, y afrontar cambios.
Si hay algo en lo que estoy totalmente de acuerdo con Ud. es en que hay que tomar decisiones, y eso implica correr riesgos, y eso está bien. A veces haya que jugársela y saltar sin saber muy bien donde va a caer uno. Pero hay que tomar esas decisiones sabiendo realmente los costos y los riesgos, y eso requiere análisis honestos, inteligentes, amplios, y sabe qué, también un poco humildes, sabiendo que no conocemos y que no entendemos una parte importante de lo que está en juego.
Déjeme terminar contándole que en este momento estoy en Corea. Vine al congreso mundial de conservación de la naturaleza. Hay un montón de gente interesante por acá, incluyendo algunos de los empresarios más ricos de este planeta. Ayer pasé todo el día visitando un parque nacional al que se llega en metro desde el centro de Seúl. Es el parque más visitado del mundo, rodeado por la ciudad de Seúl. Corea podría haber decidido lotear y vender eso, seguro que el negocio era muy bueno, pero encontró que era mejor para el bienestar su gente tener este lugar acá, así como esta, con mucho verde. Me llevó tres hs subir a la cima de una de las montañas del parque y pensé mucho en Ud. desde ahí arriba. Corea tiene más del 6% de su territorio designado área protegida, Uruguay menos del 1%. Seguro que los Coreanos no ven ese 6% como traba para su desarrollo. El año pasado tuve la oportunidad de visitar otro de sus países favoritos, Nueva Zelanda. La superficie de áreas protegidas de Nueva Zelanda cubre más del 20% del territorio del país. Le propongo que estudie la gestión que hacen de su ambiente estos países, que investigue cuánto invierten de su presupuesto nacional en mantener funcionando sus sistemas naturales (Uruguay menos del 0,2% según PNUD), seguro que de eso Uruguay también tiene mucho que aprender.
Uruguay tiene una ventaja comparativa, que es la condición de ser un país natural. Esta es una característica cada vez más escasa a nivel global y puede ser el sello distintivo de calidad del país en los mercados internaciones. Lo que me preocupa, Sr. Presidente es que rápidamente estamos perdiendo esa ventaja.
Discúlpeme si esta carta se extendió más de lo conveniente, pero no quería pecar de demasiado escueto. Como siempre, estoy a su disposición cuando Ud. guste.
Alvaro Soutullo, PhD
CI 1799223-0
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